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Archive for enero 2013

»[…] En la decisión adoptada has cometido numerosos y diversos errores.

»Primero y ante todo, erraste al convocar a tus consejeros, pues debiste haber llamado de entrada a unos pocos, y después, en caso necesario, habrías podido recurrir a más.  De hecho, has convocado repentinamente a consejo a mucha gente pesada y de discurso estéril. Segundo error: tampoco acertaste al no llamar solo a amigos fieles, probados y experimentados, sino también a gente extraña y halagadora, aduladores con falsía y antiguos enemigos, y a personas que te respetan aparentemente, pero que no te quieren. Tampoco acertaste al convocar a la ira, a la codicia y a la precipitación. Las tres dificultan una deliberación provechosa e imparcial. Ni tú ni tus consejeros habéis contrarrestado estos tres sentimientos de vuestros corazones.

»Igualmente, obraste mal en manifestar a tus consejeros tus preferencias por la guerra y la venganza. Por tus palabras detectaron lo que deseabas; por ello te aconsejaron para complacerte antes que por tu conveniencia.

»También erraste al suponer que te bastaba con escuchar los menguados consejos de esos confidentes, cuando en realidad, debido al tenor del drama, tenías necesidad perentoria de más opiniones y deliberación para encontrar la verdadera solución.

»También erraste al no examinar el asunto de la manera anteriormente descrita, ni en la manera pertinente a este caso. Erraste, además, al no discriminar a tus consejeros, es decir, entre tus auténticos amigos y tus confidentes embaucadores, sin enterarte de los propósitos de tus viejos y leales amigos, sino que reuniste todos los pareceres en una mezcolanza y optaste obstinadamente por el de la mayoría. Ya sabes de sobra que los necios son siempre más numerosos que los cuerdos, de donde se colige que, en las asambleas multitudinarias, se tiene más en cuenta al número que a la sabiduría de las personas, y siempre prevalece el consejo insensato.

GEOFFREY CHAUCER

El cuento de Melibeo,  Los cuentos de Canterbury

Madrid: Cátedra, 2011. 

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¿Quieres, finalmente, saber lo poco que viven? Pues mira lo mucho que desean vivir. Mendigan los viejos decrépitos, a fuerza de votos, el aumento de algunos pocos años. Fíngense de menos edad y lisonjéanse con la mentira; engáñanse con tanto gusto como si juntamente engañaran a los hados. Pero cuando algún accidente les advierte la mortalidad, mueren como atemorizados, no como los que salen de la vida sino como excluidos de ella. Dicen a voces que fueron ignorantes en no haber sabido vivir, y que si escapan de aquella enfermedad han de vivir en descanso; conocen entonces cuán en vano adquirieron los bienes que no han de gozar, y cuán perdido fue todo afán.

 

LORD BYRON

Manfredo

Madrid: Abada, 2012

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