»[…] En la decisión adoptada has cometido numerosos y diversos errores.
»Primero y ante todo, erraste al convocar a tus consejeros, pues debiste haber llamado de entrada a unos pocos, y después, en caso necesario, habrías podido recurrir a más. De hecho, has convocado repentinamente a consejo a mucha gente pesada y de discurso estéril. Segundo error: tampoco acertaste al no llamar solo a amigos fieles, probados y experimentados, sino también a gente extraña y halagadora, aduladores con falsía y antiguos enemigos, y a personas que te respetan aparentemente, pero que no te quieren. Tampoco acertaste al convocar a la ira, a la codicia y a la precipitación. Las tres dificultan una deliberación provechosa e imparcial. Ni tú ni tus consejeros habéis contrarrestado estos tres sentimientos de vuestros corazones.
»Igualmente, obraste mal en manifestar a tus consejeros tus preferencias por la guerra y la venganza. Por tus palabras detectaron lo que deseabas; por ello te aconsejaron para complacerte antes que por tu conveniencia.
»También erraste al suponer que te bastaba con escuchar los menguados consejos de esos confidentes, cuando en realidad, debido al tenor del drama, tenías necesidad perentoria de más opiniones y deliberación para encontrar la verdadera solución.
»También erraste al no examinar el asunto de la manera anteriormente descrita, ni en la manera pertinente a este caso. Erraste, además, al no discriminar a tus consejeros, es decir, entre tus auténticos amigos y tus confidentes embaucadores, sin enterarte de los propósitos de tus viejos y leales amigos, sino que reuniste todos los pareceres en una mezcolanza y optaste obstinadamente por el de la mayoría. Ya sabes de sobra que los necios son siempre más numerosos que los cuerdos, de donde se colige que, en las asambleas multitudinarias, se tiene más en cuenta al número que a la sabiduría de las personas, y siempre prevalece el consejo insensato.
GEOFFREY CHAUCER
El cuento de Melibeo, Los cuentos de Canterbury
Madrid: Cátedra, 2011.