La sabiduría egoísta es en muchas de sus ramas una cosa depravada. Es la sabiduría de las ratas, que estarán seguras de abandonar una casa antes de que se hunda; es la sabiduría de la zorra, que expulsa al tejón que ha cavado su cueva y ella es la que se aloja; es la sabiduría de los cocodrilos, que derraman lágrimas cuando van a devorar. Pero lo que se debe notar especialmente es que (como dijo Cicerón a Pompeyo) los que son sui amantes, sine rivale, son muchas veces desgraciados; y como quiera que tienen todo el tiempo sacrificado a ellos mismos, se convierten, al final, en sacrificados a la inconstancia de la fortuna, cuyas alas creen, con su sabiduría egoísta, haber atado.
FRANCIS BACON
De la sabiduría egoísta
Madrid: Taurus, 2012
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