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Archive for May 2013

La sabiduría egoísta es en muchas de sus ramas una cosa depravada. Es la sabiduría de las ratas, que estarán seguras de abandonar una casa antes de que se hunda; es la sabiduría de la zorra, que expulsa al tejón que ha cavado su cueva y ella es la que se aloja; es la sabiduría de los cocodrilos, que derraman lágrimas cuando van a devorar. Pero lo que se debe notar especialmente es que (como dijo Cicerón a Pompeyo) los que son sui amantes, sine rivale, son muchas veces desgraciados; y como quiera que tienen todo el tiempo sacrificado a ellos mismos, se convierten, al final, en sacrificados a la inconstancia de la fortuna, cuyas alas creen, con su sabiduría egoísta, haber atado.

 

FRANCIS BACON

De la sabiduría egoísta

Madrid: Taurus, 2012

 

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Los muertos

Unos roces en el cristal le hicieron volverse hacia la ventana. Había comenzado de nuevo a nevar. Contempló somnoliento los copos, plateados y oscuros, cayendo oblicuamente contra la luz de la farola. Había llegado el momento de que emprendiera el viaje hacia el oeste. Sí, los periódicos tenían razón: nevaba de igual modo sobre toda Irlanda. La nieve caía sobre todos los lugares de la oscura llanura central, sobre las colinas sin árboles, caía dulcemente sobre el pantano de Allen y, más hacia el oeste, caía suavemente en las oscuras olas amotinadas del Shannon. Caía también sobre todos los lugares del solitario cementerio en la colina donde Michael Furey yacía enterrado. Yacía apelmazada en las cruces y lápidas torcidas, en las lanzas de la pequeña cancela, en los abrojos estériles. Su alma se desvaneció lentamente al escuchar el dulce descenso de la nieve a través del universo, su dulce caída, como el descenso de la última postrimería, sobre todos los vivos y los muertos.

JAMES JOYCE

Los muertos, en Dublineses

Madrid: Alianza Editorial, 2011

SnowIreland

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Deseos

Como cuerpos hermosos de muertos que no envejecieron

y que con llanto sepultaran en espléndido mausoleo,

rosas en su cabeza y jazmines a sus pies —

a esto semejan los deseos que pasaron

sin cumplirse; sin merecer una sola

noche de placer o un luminoso amanecer.

 

C. P. CAVAFIS

Antología poética

Alianza Editorial: Madrid, 2003

 

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Por cuanto el hombre es un ser estrechamente allegado a nosotros, en tanto debemos hacerle bien y sufrirlo con paciencia. Pero en cuanto algunos hombres se nos oponen en el cumplimiento de nuestros deberes, ya el hombre baja a la categoría de los seres que me son indiferentes, como el sol, el viento, la bestia. Estos objetos pueden obstaculizar en algún modo mi actividad, pero mi empeño y mis aptitudes internas no conocen trabas, gracias a mi facultad de economizarme y derribar los obstáculos. Puesto que la inteligencia derriba y desplaza, ante el fin que la guía, todo impedimento de su actividad .Lo que estorbaba su buena acción, le sirve de medio para aventajar; lo que cortaba su camino, le ayuda a avanzar.

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No pienses tanto en los bienes ausentes como en los presentes; aun entre los presentes, para la consideración sobre los más aventajados y, con este motivo, imagina con qué solicitud los buscarías, si no los tuvieses. Pero guárdate al mismo tiempo de que, complaciéndote en la posesión de los bienes presentes, no te acostumbres a tenerlos en tanta estima que, si alguna vez te faltaren, hayas de perturbarte.

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En toda angustia, ten a mano esta máxima: esto no es indecoroso ni deteriora la inteligencia que me gobierna; pues no la corrompe, ni en cuanto es racional ni en cuanto es sociable. Además, en las mayores cuitas, válgate esta máxima de Epicuro: el dolor no es insufrible ni eterno, si te acuerdas de sus límites y no lo imaginas mayor de lo que es en realidad.

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Borra los desvaríos de tu fantasía, repitiéndote sin cesar: pende de mí en este momento el que no haya en esta mi alma el menor vicio, ni deseo, ni, absolutamente, ninguna agitación. Antes bien, veo todas las cosas como son en sí y uso de cada una según su mérito. No olvides esta facultad que te otorgó la naturaleza.

La siesta (Lawrence Alma-Tadema)

MARCO AURELIO

Meditaciones

Madrid: Taurus, 2012

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Una zorra que estaba hambrienta, al ver en el hueco de una encina panes y carne abandonados por unos pastores, se metió en él y se los comió. Pero, como se le hinchase el vientre y no pudiera salir, gemía y se lamentaba. Otra zorra que pasaba por allí, al oír su gemido, acercándose le preguntó el motivo. Cuando comprendió lo que le había pasado, le dijo: «Aguarda ahí hasta que estés como estabas cuando entraste, y así fácilmente saldrás».

La fábula muestra que el tiempo resuelve las dificultades de las cosas.

ESOPO

Fábulas

Madrid: Alianza Editorial, 2011

 

Dali

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