El viejo George Orwell lo entendió todo al revés. El Gran Hermano no está mirando. Está cantando y bailando. Está sacando conejos de una chistera. El Gran Hermano está ocupado en reclamar tu atención a cada momento que pasas despierto. En asegurar de que siempre estés distraído. En asegurarse de que permanezcas abstraído. En asegurarse de que se te marchite la imaginación. Hasta que sea tan útil como tu apéndice. En asegurarse de que tu atención siempre está ocupada. Y esta forma de ser alimentado es peor que ser observado. Si el mundo te mantiene siempre ocupado, nadie tiene que preocuparse por lo que tienes en mente. Si la imaginación de todo el mundo está atrofiada, nadie más será nunca una amenaza para el mundo.
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Los expertos en cultura griega antigua dicen que la gente de aquella época no creía que sus pensamientos les pertenecieran. Cuando los griegos de la Antigüedad tenían una idea, creían que un dios o una diosa les estaba dando una orden. Apolo les estaba diciendo que fueran valientes. Atenea les estaba diciendo que se enamoraran. Ahora la gente oye un anuncio de patatas fritas con sabor a crema agria y salen corriendo a comprarlas, pero a eso lo llaman su libre albedrío. Por lo menos, los griegos de la Antigüedad eran sinceros.
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A través del techo se oye una sirena de incendios y gente gritando a la que se supone que no debemos hacer caso. Luego disparos de armas de fuego y neumáticos chirriando, ruidos que tenemos que fingir que son normales. No quieren decir nada. Una explosión retumba en los pisos superiores. Una mujer suplica a alguien que no la viole. No es real. Solamente es una película. Somos la cultura que grita que viene el lobo.
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Todos los días el hecho de que tú vivas implica sufrimiento y miseria para animales y plantas, e incluso para otras personas. —Mataderos, granjas industriales, fábricas donde se explota a los trabajadores —dice—. Lo quieras o no, eso es lo que compra tu dinero.
CHUCK PALAHNIUK
Nana
Barcelona: Debolsillo, 2008