Tien-she de Ts’i, después de realizar ofrendas a sus antepasados, ofreció un gran banquete a un millar de comensales, los cuales, según la costumbre, presentaron cada uno su regalo. Uno de los invitados ofreció pescado y ocas salvajes. Al verlo, T’ien-she suspiró piadosamente y dijo:
— Mirad qué bien trata el cielo a los hombres: no solo hace crecer los diversos cereales, sino que también hace nacer los peces y las aves para que los hombres hagan uso de ellos…
Todos los comensales hicieron coro servilmente. Solo el hijo de Pao-she, un muchacho de doce años, se adelantó y dijo a T’ien-she:
— Lo que acabáis de decir no es exacto. Incluso el cielo y la tierra son seres como todos los demás. No hay seres superiores y no hay seres inferiores. Es un hecho que los más ingeniosos y los más fuertes se comen a los más tontos y los más débiles, pero no hay que decir por eso que estos hayan sido hechos o hayan nacido para el uso de aquellos. El hombre come los seres que puede comer, pero el cielo no ha hecho nacer a esos seres para que el hombre se los coma. Si no, habría que decir también que el cielo ha hecho nacer a los hombres para que los mosquitos les chupen la sangre y para que los tigres y los lobos los devoren.
LIE TSE
Tratado del vacío perfecto
Palma de Mallorca: José J. de Olañeta, 2006
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